jueves, 12 de marzo de 2020

Qué tipo de luz daña más tus ojos


La luz azul y los rayos UV son algunos tipos que afectan a los ojos y que generalmente no tomamos en cuenta…

La luz juega un papel fundamental en la visión. Es necesaria para la percepción del mundo que nos rodea: formas, detalles y colores.


Los rayos UV
El riesgo de daños a los ojos asociado a la luz UV ha aumentado debido a la disminución de ozono en la atmósfera.

La excesiva exposición sin protección puede producir irritación en los ojos, aumentar el riesgo de envejecimiento prematuro de los ojos y otras enfermedades como cataratas y cáncer de párpados.

Tus ojos están expuestos a los rayos UV todos los días, incluso en días nublados y en interiores. Más del 40% de la exposición a rayos UV tiene lugar en exteriores de la luz directa del sol, y llega de los reflejos en los edificios, los cristales, el agua, el cielo, el suelo y, también, de la parte posterior de tus lentes, si estas no tienen protección UV.


Luz azul
La luz azul “buena” (luz azul-turquesa) es esencial para el bienestar general. Es necesaria para la regulación de los ciclos de sueño-vigilia, el estado de ánimo y el rendimiento cognitivo.

Pero la luz puede también ser la causa del envejecimiento prematuro de los ojos. Estudios recientes revelan que la luz azul-violeta es dañina para las células de la retina. Esta luz causa, daños a los ojos a largo plazo, ya que puede acelerar el proceso de degeneración macular asociada a la edad o DMAE.

La luz azul-violeta aumenta el riesgo de daños en la retina. La exposición acumulativa a la luz azul-violeta tiene un efecto doble:

·         Aumenta la producción de lipofuscina, un material metabólico de desgaste que se acumula en las células de la retina con la edad. Se conoce comúnmente como “marcador de edad” y puede ser encontrado en otros órganos.

·         La luz azul-violeta activa los componentes fototóxicos de la lipofuscina, causando la muerte de las células de la retina. La acumulación de lipofuscina en las células de la retina contribuye al depósito de drusas (fragmentos amarillentos de material extracelular que suelen aparecer en personas mayores de 60 años), propias en la DMAE.

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