martes, 25 de julio de 2017

Lente cristalino

El cristalino del ojo es una estructura transparente que actúa a modo de lente biconvexa y cuya principal función es permitir enfocar correctamente objetos situados a distintas distancias (acomodación). Para ello, puede modificar su curvatura y espesor y así variar su potencia refractiva gracias a los músculos ciliares. Anatómicamente, el cristalino se encuentra entre el iris y el humor vítreo.

Es un cuerpo transparente e incoloro, lenticular, biconvexo, flexible y avascular (no irrigado por vasos sanguíneos). Se ubica en el segmento anterior del ojo, tras el humor acuoso y el iris y “separando” estos del humor vítreo.

La curvatura es mayor en la cara posterior que en la anterior (la que limita con el humor acuoso y el iris). A las zonas centrales de estas caras se les llama, respectivamente, polo anterior y polo posterior del cristalino, mientras que la línea que une estos puntos centrales se llama eje y la distancia que las separa espesor del cristalino. A la línea imaginaria que delimita ambas caras del cristalino se le llama ecuador, mientras que a la longitud de la misma se le conoce como diámetro del cristalino. 

Dado que el cristalino es una estructura que evoluciona durante toda la vida mediante la creación de nuevas capas en su interior, el tamaño del mismo aumenta desde los 3’5mm de espesor en un recién nacido hasta los 4’5mm en un adulto anciano y desde los 6mm de diámetro hasta los 9’5mm.

El cristalino lo recubre una cápsula transparente, elástica y acelular conocida técnicamente como cristaloides aunque normalmente se la llama “cápsula”.


Para modificar su curvatura, el cristalino depende directamente de la acción del músculo ciliar y se conecta a éste a través de unas fibras denominadas zónula de Zinn.

Internamente, el cristalino se divide en dos zonas principales: el núcleo (zona más interna) y la corteza. La superficie anterior de la corteza está recubierta por un epitelio, siendo éste el único tejido del cristalino que es capaz de regenerarse.


Su función es la de desviar los rayos de luz para conseguir formar una imagen nítida sobre la retina con independencia de la distancia a la que se encuentre el objeto que desea verse. Es decir, adaptar la visión del ojo a distintas distancias (visión próxima, media o lejana). De esta manera, las cerca de 20 dioptrías del cristalino en relajación añadidas a las aproximadamente 40 de la córnea, consiguen llevar correctamente hasta la mácula los rayos provenientes de objetos lejanos. Sin embargo, para una visión próxima esta potencia resulta insuficiente y los rayos de luz provenientes de objetos cercanos se enfocarían detrás de la retina ocasionando un efecto similar al que sucede con la hipermetropía. Para poder seguir viendo con claridad, el ojo necesita de una potencia adicional que obtiene de la variación de en la curvatura del cristalinos (acomodación).


Con información de… https://goo.gl/HxW6Hx

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